Con la fuerza arrolladora de un torbellino, Los colores del incendio trenza magistralmente la venganza implacable de una mujer a la par que ofrece un retrato soberbio de una época embarullada y vertiginosa. Ambientada entre 1927 y 1933, esta continuación de las peripecias de la familia Péricourt se inicia con el funeral del patriarca Marcel, una ceremonia multitudinaria a la que asiste todo aquel que es, o aspira a ser, alguien en París. Sin embargo, las cosas no pintan demasiado bien para Madeleine, la heredera del ingente patrimonio familiar. Al suicidio de su hermano Édouard, el héroe desfigurado, el encarcelamiento de su ex marido estafador y la muerte de su padre, se añade la delicada situación de su hijo Paul, un niño de siete años que acaba de sufrir un horrible percance. Así, en este momento tan vulnerable de su vida, Madeleine debe ponerse al mando de una entidad financiera con la más que dudosa ayuda de un apoderado resentido, un tío codicioso y gris con aviesas intenciones y un joven amante con ínfulas de periodista. Y todo ello en un ambiente de secretos, traiciones