Egon Erwin Kisch aprendió muy pronto a observar y describir lo cotidiano. Su estilo ágil e incisivo, la presentación visual, casi fílmica, la perfecta ambientación de los lugares donde transcurren los hechos y una tensión narrativa que consigue atrapar al lector desde la primera línea convirtieron a Kisch en el maestro del reportaje literario en lengua alemana.