La conciencia colectiva de nuestras sociedades y su universo simbólico van siempre acompañados de unas determinadas categorías de lasensibilidad que varían de una época a otra y de las que derivan otras tantas maneras de entender el mundo. Si he aceptado el reto de unareedición de este libro después de veinte años es porque siguepareciéndome importante que podamos percatarnos de estas variaciones-que son, por otra parte, indisociables de las fluctuaciones sociales- y de cómo estas van surgiendo al par que los valores que adoptamos.Una educación de la sensibilidad es, ahora más que nuncaindispensable. La política no la hacen los partidos ni lasagrupaciones, sino los individuos. Y si quienes gobiernan -formenéstos parte del demos o de aquellos que detentan el poder económico oel poder a secas- no han aprendido a conocerse, mal podrán gobernar.Para gobernar es preciso saber qué somos o qué estamos siendo más allá de nuestro personaje. Toda moral bien construida requiere de unfundamento extra-moral y este tiene que ver con el conocimiento de uno mismo, algo que tan sólo puede iniciarse con la observación de lapr