"La señora Bovary", defendida en su día por Baudelaire y Sainte-Beuve ("Flaubert maneja la pluma como otros el escalpelo"), reivindicada por Zola y el naturalismo, rescatada por Sartre y los autores del nouveau roman, admirada por Nabókov por su "incomparable imaginación plástica", es aún hoy un modelo central de lo que debe y no debe ser una novela.