Canto sereno, reposado y alentador de una muerte asumida, pero también enaltecimiento exquisito de la vida, angustia existencial que desencadena el conflicto trágico de ver esfumarse valores humanos que no quisiéramos ver malogrados.(...) Todo ello en el marco conflictivo de un siglo, mil cuatrocientos, atravesado en toda Europa por los afanes de ultratumba, con la contradicción que supone el contemplar cómo la época del humanismo, de la entrega al goce, de la aparente ausencia de toda inquietud, es al mismo tiempo la hora de "las congojosas preguntas".
Edición a cargo de Carmen Díaz Castañón.