Una obra de Chantal
Maillard siempre es un soplo de aire fresco. Poeta y filósofa experta en el
pensamiento oriental, Maillard juega
en Matar
a Platón, una vez más, una
partida con la nada y con la sinrazón de la existencia, y, una vez más, la
gana. Por su parte, el lector, a medida que avance por sus páginas, comprenderá
que la autora tiene muchas y buenas razones para desear acabar con el insigne
filósofo griego.
Matar a Platón es un único y extenso poema que gira en torno a un
instante, un acontecimiento en el que confluyen diversas vidas. Y «lo que
acontece» -un suceso lleno de dolor y muerte- se relata sin mentir ni traicionarlo,
sin encubrirlo con ideas abstractas ni evadirse en los conceptos. Así, tejiendo
en torno a ese instante una compleja red, Matar a Platón se convierte en un
juego de espejos, de imágenes, de miradas. La escritura rodea ese instante, lo
acecha, lo multiplica y, también, lo inventa: «Pero la herida no, la herida nos
precede, / no inventamos la herida».
Matar a Platón precede a otro poema, Escribir, una profesión de fe y una poética donde la autora reflexiona
acerca de la posibilidad y la imposibilidad de la escritura, de una escritura,
la suya, muy alejada -por contradictorio que parezca- de lo que da en llamarse
«literatura».